Yoston Ferrigni – ¿Porqué se protesta en Venezuela?
Por Yoston Ferrigni
Las opiniones expresadas en este articulo no reflejan necesariamente la posición oficial de CRIES
Para muchos observadores en el mundo, el problema venezolano puede parecer simple: un líder heroico declara la guerra a una oligarquía opresora que se apodera de las riquezas del país y que trata de mantener a la masa popular en la miseria y la ignorancia. Esa es la idea trasmitida por el gobierno venezolano. Y, en verdad, esta visión no tendría nada de novedosa, pues así ha resumido Hollywood el problema latinoamericano muchas veces. Pero la realidad, siempre más compleja que lo que imaginamos, se aleja bastante de la simpleza de esa imagen fabulada, aunque no por falta de oligarquía y de injusticia social.
Venezuela, como toda América Latina, es un país de grandes desequilibrios sociales, que no tienen justificación desde el punto de vista político, moral o religioso. Tiene grandes recursos naturales y durante ochenta años ha recibido una renta petrolera, que lo ha mantenido por encima del ingreso per cápita del resto de la región. El producto interno bruto per cápita, es decir, el valor promedio de los bienes y servicios producidos por los habitantes en 2012, fue de $ 12.729, mientras que el de Brasil fue de 11.340 dólares y el de Argentina de 11.573. Pero al lado de la riqueza hay también una enorme injusticia social y la masa popular vive en condiciones imperdonables de pobreza. La miseria en medio de la riqueza, es una afrenta a la dignidad del hombre. Eso obliga a un cambio profundo de la sociedad.
Sobre esas bases se levantó el proyecto político Socialismo del Siglo XXI de Hugo Chávez, quien fue electo Presidente en 1998. Pero el proyecto tenía una dirección no revelada y la intención de establecer un régimen comunista, semejante al cubano, ha arrastrado al país hacia un desastre económico y político. En lugar de justicia social, el proyecto socialista está dejando miseria con opresión, como legado.
La lucha contra la burguesía ha culminado en la destrucción de la economía y en el desabastecimiento generalizado. El venezolano de hoy está obligado a buscar los artículos de primera necesidad haciendo filas de 4 y 6 horas, sin que ello les asegure la compra. Hace más de un año desapareció la leche fresca pasteurizada, no se consigue azúcar, aceite, harina, papel sanitario, ni muchos otros productos y los precios han subido niveles escandalosos. Ahora las empresas son del pueblo pero no producen nada y la única vía de sostener el consumo interno es utilizando los ingresos petroleros para importar los artículos necesarios.
Durante los últimos catorce años, Venezuela ha recibido más ingresos que en el resto de su historia, desde 1811, como resultado del alza de los precios del petróleo. En esos años de revolución, el petróleo ha generado 972.565 millones de dólares.
¿Cómo explicar entonces que no tengamos pan? ¿Cómo explicar las filas de 5 y 6 horas para comprar, un pollo, un pote de leche, una botella de aceite o un rollo de papel higiénico? ¿Cómo explicar las marcas en el cuerpo para entrar a un supermercado? “Ahora nos van a marcar el cuerpo como si fuésemos vacas”, decía una mujer que hacía la fila para entrar a un Supermercado propiedad del gobierno.
Los hospitales enfrentan una situación crítica por la escasez de suministros; escasea el material quirúrgico, los anestésicos, los antibióticos y los reactivos de laboratorio. En muchos de ellos no se pueden realizar intervenciones de alto riesgo y 235 pacientes han muerto en los últimos meses por falta de suministros para atender enfermedades cardiovasculares.
La delincuencia ha alcanzado niveles inimaginables y el venezolano vive encerrado por miedo a los delincuentes. El número de robos, asaltos, secuestros y asesinatos es tan elevado, que en el año 2005, el gobierno dejó de dar estadísticas de homicidios. En 2013 hubo un total de 24.763; 79 homicidios por cada 100.000 habitantes, la cifra más alta de América del Sur, mientras que Colombia sólo registró 34 y México 15.
Una parte de los ingresos se ha usado en programas de sociales, que han permitido participar a la masa popular en la riqueza petrolera y que ha modificado la vida en los barrios urbanos y en muchos pueblos del interior. Hoy, es justo decirlo, muchos pueblos alejados cuentan con servicios médicos y odontológicos, y muchas manos vacías obtienen ingresos de las subvenciones gubernamentales, pero también, muchas manos productivas se han convertido en inactivas y el explotado se ha convertido en rentista.
El gobierno trata de convencer de que los ingresos se destinan a los programas sociales, pero los principales ramos del gasto han sido otros. Los recursos se han estado dilapidando en el financiamiento de los movimientos de izquierda en todo el mundo y en el apoyo de los gobiernos de Cuba, Bolivia y Nicaragua; en un gigantesco programa de armamento para defender al país del imperialismo y en la importación de abastecimientos para cubrir la caída de la producción. El crecimiento escandaloso de la deuda externa, ha sido una de las consecuencias. En 1998 la deuda externa del país era de $28.455 millones de dólares pero en 2011 había subido a 114.300 millones y continúa subiendo.
Pero hay todavía más. El gobierno socialista ha resultado ser el más corrupto de nuestra historia y muchos de sus seguidores están amasando grandes fortunas, sin que las autoridades tomen medidas efectivas. En 2010 se encontraron cientos de contenedores con unas 120.000 toneladas de alimentos que habían sido importados por el gobierno y se habían podrido en los patios de los puertos venezolanos y en 2013 se denunció un fraude de cerca de 40.000 millones de dólares, cometido contra el organismo de control de divisas, sin que alguien fuera procesado por ello.
Pero el Socialismo del Siglo XXI ha significado, sobre todo, la imposición de un régimen de gobierno despótico que ha destruido las instituciones democráticas y la libertad del ciudadano.
En Venezuela no existe pluralismo político. El gobierno considera que todo el que no está con la revolución es un traidor a la patria. No tiene vigencia el estado de derecho. El Estado usa su poder para hostigar, intimidar y agredir a los opositores. Se priva a los ciudadanos del ejercicio de sus derechos políticos sin los juicios que establece la ley. El Presidente ordena personalmente la incautación de las propiedades de los ciudadanos sin los juicios previos de expropiación que establece la ley. Los cuerpos policiales invaden los domicilios privados sin cumplir los procedimientos legales de allanamiento.
El gobierno nacional y su partido intervienen los teléfonos de los ciudadanos y hacen públicas sus conversaciones. A pesar de que la ley establece el secreto del voto, el partido socialista ha logrado averiguar cómo votan los ciudadanos y ha publicado la lista de los opositores para despedirlos de sus empleos públicos. O se es rojo o se perderá el empleo en la administración pública: este es un principio del gobierno venezolano.
En Venezuela no hay libertad de prensa. Se persigue y se encarcela a los periodistas por informar sobre lo que pasa, aunque presenten evidencias múltiples, por dar noticias que a juicio de los funcionarios alarman o incitan al odio; se abren sistemáticamente procedimientos administrativos a los medios de comunicación y se aplican sanciones discrecionales. En Venezuela se está ahogando a los periódicos porque no se les permite la obtención de papel.
El poder judicial se encuentra de rodillas ante el Poder Ejecutivo y los jueces son destituidos o encarcelados sin cumplir con los procedimientos establecidos por la ley, por dictar sentencias opuestas a la opinión del gobierno.
Al gobierno cubano se le ha entregado el control del sistema de identificación nacional, el sistema de registro civil, las notarías públicas y el sistema de salud que atiende a la masa popular. Se ha permitido la instalación de contingentes militares cubanos con un enorme poder en las fuerzas armadas y la bandera cubana ha estado ondeando en algunas instalaciones gubernamentales.
El cambio socialista ha conducido, pues, a una aberración: después de catorce años de dominación chavista, Venezuela es un país de injusticia, miseria, opresión y pérdida de la soberanía nacional. Un producto típico de los regímenes comunistas, para los cuales, la justicia social sólo puede lograrse con el cercenamiento de la libertad y la opresión del ciudadano. Así gobernó Stalin y así ha gobernado Fidel Castro. Pero la pérdida de la libertad, no puede ser aceptada como costo necesario del cambio que requiere el país. ¡La opresión no puede ser el precio de la justicia social!
Esta situación ha sido constatada por los organismos internacionales. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha elaborado informes detallados sobre la situación y ha exigido respeto para los ciudadanos, pero el gobierno venezolano ha respondido con una prohibición para que esa Comisión pueda operar en el país.
El Presidente quiere conversar de paz aunque no se trata de una rebelión armada para derrocarlo. Pero si llama paz al fin de la protesta, entonces debe eliminar sus causas. No se puede pretender la paz con la simple sumisión: acepta lo que digo y te ahorrarás problemas, no es un buen fundamento de la paz.
Saneamiento de la economía, reducción de la inflación y fin del desabastecimiento. Lucha efectiva contra la delincuencia. Respeto del derecho de los ciudadanos, fin de la represión, desactivación de las bandas armadas del partido de gobierno y libertad de los presos políticos. Garantías para el ejercicio de la libertad de prensa. Independencia del poder judicial. Que no se use el patrimonio nacional como propiedad del partido de gobierno. Fin de los programas de financiamiento de los movimientos políticos extranjeros. Fin de la presencia militar cubana y cese de la entrega de nuestros recursos a Cuba. ¡Esto si podría ser el comienzo de un diálogo para la paz.!
Por eso se protesta en Venezuela: para exigir que un gobierno que reparte el dinero del país para promover las campañas electorales en tierra lejanas, garantice que el venezolano pueda obtener sin esperas ni marcas humillantes, los alimentos básicos de su familia y pueda recibir atención médica eficiente y oportuna; para exigir que un gobierno que gasta enormes cantidades en la compra de aviones, tanques de guerra y todo tipo de armamento, le garantice su derecho a transitar libremente por las calles, sin miedo a ser secuestrado, asaltado o asesinado, para quitarle un par de zapatos. ¡Pero el Presidente Maduro considera que eso es fascismo!
¡Por esto se protesta en Venezuela! Para que si vinieran por nuestro vecino y luego por nosotros, no tuviéramos que lamentar que ya fuera demasiado tarde para hablar…
Un Ciudadano Común
Caracas, marzo de 2014