Ruben M. Perina – Organismos internacionales y la crisis de Venezuela
Washington, 16 marzo 2015
Por RUBEN M. PERINA
(Especial Infolatam).- Varios ex presidentes y personalidades de las Américas han expresado su preocupación por la crisis venezolana, así como su asombro por el silencio y/o la inacción de la comunidad democrática inter-americana, y en particular de sus organismos multilaterales que tienen por misión la defensa y promoción colectiva de la democracia, como UNASUR y la OEA. La oposición política al régimen chavista clama también la “intervención” de dichos organismos para mediar una solución política a la crisis.
No es para menos, el país se encuentra “al borde del abismo”: Reina en él una profunda polarización política, marcada por marchas, enfrentamientos y hasta muertes en las calles, por la persecución y el encarcelamiento de opositores (políticos, empresarios, estudiantes), la violación a los derechos humanos, el militarismo, la concentración y el abuso del poder y de los medios. El país sufre escasez de productos básicos y de alimentos, así como recesión, inflación desmedida (80%) y desempleo. En el régimen cunde la corrupción, el enriquecimiento ilícito, el lavado de dinero, el narcotráfico, la desidia y la incompetencia.
¿Porqué entonces los organismos internacionales no asumen su responsabilidad? Varias razones:
1) Los mismos no son supra-nacionales, sino inter-gubernamentales (OIGs); o sea, su accionar depende de la voluntad de sus miembros y del estado de las relaciones entre ellos. No son autónomos, no pueden actuar independientemente. Sus Secretarios General no tienen poder real: No pueden convocar una reunión de los cuerpos gobernantes sin que la mayoría de éstos apruebe la agenda y no pueden visitar un estado miembro sin el consentimiento de su gobierno.
2) Otra limitante es que cualquier intento de mediar requiere el consentimiento del gobierno involucrado.El régimen chavista no quiere un diálogo genuino con la oposición porque tendrá que ceder, terminar sus abusos y liberar a los políticos encarcelados. Su veto impide los buenos oficios o la intermediación que se requiere para resolver la crisis venezolana. Una reunión de UNASUR o de cualquier otro organismo regional sobre la crisis no tiene sentido sin la presencia de la oposición. Esta limitante también obstruyó la mediación de la OEA en Honduras y por falta de diálogo con la oposición se llegó al golpe de estado en 2009.
3) El continente se encuentra “ideológicamente” fragmentado entre países del ALBA, acompañados por Argentina y Brasil; países de la Alianza del Pacífico, países del NAFTA (Estados, Canadá y México), más las divisiones al interior de Centro América y del propio Caribe Inglés. Hoy día no existe el consenso y el compromiso con el ejercicio y la defensa colectiva de la democracia representativa como lo había en la década de los noventa.
Cuando no hay consenso y unidad entre sus miembros, los OIGs no funcionan. El diálogo que UNASUR supuestamente iba a promover y mediar en Venezuela en 2004 no prosperó porque no hubo consenso a su interior para lograr que Maduro acceda a un diálogo sincero y constructivo con la oposición. Tampoco hubo consenso para que se apoyase a Maduro incondicionalmente, como éste pretendía. El diálogo hoy no existe.
4) En la OEA, la fragmentación y la falta de consenso entre sus estados miembros no ha permitido siquiera un análisis colectivo de la situación en Venezuela como lo permite la Carta Democrática Inter-Americana. Nadie intenta convocar una reunión a tal efecto so pena de ser tildado injerencista y lacayo del imperialismo norteamericano, o ser objeto de una ruptura de relaciones, como ocurrió con Panamá en 2014.
Es más, la alianza chavista ha buscado marginar a la organización de los asuntos políticos de sus miembros, precisamente por la presencia de Estados Unidos y Canadá en su seno –lo que ha fragmentado y paralizado la organización en los últimos años. Por ello, el gobierno de Obama también ha “ignorado” la organización, y ha priorizado sus relaciones bilaterales y con grupos subregionales afines a su ideología (Tratados de Libre Comercio con varios países, la Alianza para la Prosperidad en Centro América). Inclusive, ante la imposibilidad de obtener un consenso en la OEA para tratar la crisis venezolana, ha elegido imponer unilateralmente sanciones contra del régimen chavista.
En resumen, sin autonomía ni consenso el multilateralismo no funciona y el unilateralismo reina. Si uno busca cambios en estos IGOs o su “intervención” en defensa de la democracia, mejor dirigirse a los propios gobiernos y cancillerías de los estados miembros. Ellos son los verdaderos responsables de la inoperancia y parálisis de los mismos.