Consuelo Ahumada – Lunes 14 Marzo 2011 – La batalla de Wisconsin
El viernes pasado, en medio de una intensa movilización sindical y social, sin precedentes en la historia laboral de las últimas tres décadas en Estados Unidos, el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, promulgó una controvertida ley antisindical. Como en otras latitudes, la medida se justificó invocando la necesidad de que los trabajadores compartieran los sacrificios para sanear el déficit fiscal que afronta este estado, al igual que la mayoría de los estados del país del Norte.
La aprobación de la ley representa un primer paso en la arremetida de los republicanos de extrema derecha, triunfantes en las elecciones de noviembre pasado, contra los trabajadores, el estado de bienestar y lo que representa el gobierno de Obama.
Por ello, el debate por los derechos laborales que desató la medida trascendió las fronteras estatales y se convirtió en punto neurálgico de una polarización nacional que no es nueva, pero que se ha hecho más intensa bajo el actual mandato. Asuntos como la política económica en tiempos de crisis, el gasto militar, la inversión social y la suerte de los inmigrantes, están también en el centro de dicho debate.
La batalla de Wisconsin trajo a este lado del Atlántico las movilizaciones laborales que han sacudido a Europa durante los dos últimos años, por motivo similar: las políticas de austeridad impuestas a los trabajadores para enfrentar la crisis. Durante más de tres semanas se movilizaron permanentemente los trabajadores del sector público de dicho estado del medio oeste, en especial los maestros, apoyados por estudiantes, organizaciones comunitarias, sectores de los más diversos oficios y familias enteras.
A las carpas llegaron trabajadores de los estados vecinos y de los lejanos, como California. Un día después de la promulgación de la ley, los trabajadores agrícolas desfilaron en sus tractores por las calles de Madison, en una impresionante movilización de solidaridad con los afectados.
Pero la movilización trascendió los sectores laborales y populares. En una muestra de decisión y audacia, poco frecuente durante su mandato, el Presidente Obama se enfrentó públicamente con el gobernador Walker, calificó la ley como un asalto a los sindicatos y, junto con los dirigentes demócratas y con los sindicatos nacionales, propició y organizó movilizaciones en algunas de las principales capitales estatales. Por supuesto, se trataba de defender a un sector clave para la continuidad de su proyecto político.
La ley aprobada elimina la mayoría de los derechos sindicales para los 175.000 empleados públicos del estado, en especial la negociación colectiva.
Les incrementa notoriamente su contribución para pensión y seguro de salud, lo que en términos reales significará una reducción del 8 por ciento del salario y una concesión de 30 millones de dólares anuales al estado por parte de los trabajadores. Establece además que la existencia misma de los sindicatos debe ratificarse mediante votación cada año. Adicionalmente, la ley le confiere amplios poderes al gobernador para recortar y modificar el programa de Medicaid, que beneficia a los sectores más pobres, a los discapacitados y a los ancianos.
Pero, ¿quién es este personaje, convertido en una de las figuras rutilantes de la nueva generación del partido republicano? “Wisconsin está abierto para los negocios”, reza un letrero colocado en la puerta de la oficina del gobernador Walker. Tiene 42 años, es hijo de un predicador y expresa su profunda admiración por Ronald Reagan, de quien se proclama seguidor. Ganó la gobernación con el apoyo del Tea Party en las pasadas elecciones.
Se aferra a la tradición monetarista, al igual que sus copartidarios. Sin embargo, lo que no cuentan sus amigos es que incrementó la deuda del estado gastando cientos de millones de dólares en beneficios para los ricos y reduciéndoles los impuestos.
La mitad del déficit presupuestal previsto, con el cual quiso justificar la ley antisindical, es consecuencia de esta medida. Adicionalmente, le asignó 48 millones de dólares a un programa de seguros privados individuales con grandes ventajas fiscales, que sólo benefician a quienes tienen ingresos anuales superiores a 139.000 dólares, es decir, a los más ricos.
Su campaña a la gobernación fue financiada por los hermanos David y Charles Koch, creadores de la sociedad Americanos por la Prosperidad y del Instituto Kato, dos entidades dedicadas a defender los principios de la ultraderecha, que se han propuesto como objetivo central impedir que Obama renueve su mandato. Las industrias Koch explotan madera y carbón y manejan una importante red de tuberías en el estado de Wisconsin. Sus ingresos se han multiplicado en los últimos tres años, al amparo de la crisis económica.
Leyes similares a la de Wisconsin han sido presentadas o anunciadas en buena parte de los veintiún estados bajo control republicano. A comienzos de marzo, el senado de Iowa aprobó en primera vuelta un proyecto limitando la negociación colectiva e incrementando los aportes a salud a sus 300.000 trabajadores públicos.
Finalmente, para los trabajadores estadounidenses, el estado de Wisconsin tiene un carácter emblemático. Fue el primero en aprobar un programa de compensación laboral en 1911 y el primero en crear compensación por desempleo en 1932. El primer sindicato nacional que representaba empleados no federales fue fundado en Madison en 1936. Y en 1959 fue el primer estado en conceder la negociación colectiva a los empleados públicos.